Cómo evitar una migración cloud fallida: 7 errores

Introducción: por qué fallan tantas migraciones cloud

Migrar a cloud se ha convertido en un paso natural para muchas empresas, pero eso no significa que sea fácil. Una migración cloud no es simplemente mover sistemas de un sitio a otro. Implica cambiar cómo se despliegan aplicaciones, cómo se gestionan los datos, cómo se controla el coste y cómo se opera el servicio en el día a día. Cuando se aborda como un traslado técnico sin una planificación completa, el resultado suele ser frustrante.

Las migraciones fallidas casi siempre dejan las mismas señales: proyectos que se alargan más de lo previsto, presupuestos que se disparan, aplicaciones que rinden peor que antes, y equipos internos que terminan operando con más complejidad en lugar de menos. En sectores regulados o con alta dependencia de integraciones, el impacto es todavía mayor porque cualquier fallo afecta directamente a clientes y a cumplimiento.

La buena noticia es que la mayoría de estos problemas no son inevitables. Se repiten porque se cometen errores muy concretos, especialmente en empresas medianas que están creciendo o modernizando sistemas legacy. Identificarlos a tiempo marca la diferencia entre una migración que mejora la operación y otra que se convierte en deuda técnica y de negocio.

En este artículo repasamos los 7 errores más típicos en una migración cloud y cómo prevenirlos con medidas prácticas, pensadas para equipos que necesitan resultados sin perder el control del servicio ni del coste.

Error 1: Migrar sin una estrategia clara de negocio

Uno de los fallos más comunes es empezar la migración con una idea vaga tipo “tenemos que ir a cloud” sin definir para qué. Cuando no hay una estrategia de negocio detrás, la migración se convierte en una sucesión de tareas técnicas sin prioridades claras, y es fácil perder el foco o migrar cosas que no aportan valor.

Esto suele notarse rápido en señales como estas: se migra lo que “es más fácil” en vez de lo que es más importante, no hay acuerdo sobre qué significa “terminar”, y cada área espera beneficios distintos. El resultado es que, aunque el proyecto avance, nadie tiene claro si está mejorando realmente la empresa.

Cómo evitarlo es más sencillo de lo que parece. Antes de mover nada, hay que definir tres cosas:

  • Objetivos concretos: qué se quiere mejorar con cloud (capacidad de escalar, velocidad de despliegue, continuidad, reducción de costes en infra, etc.).
  • Alcance y prioridades: qué servicios entran primero y por qué. Lo recomendable es empezar con sistemas críticos pero controlables, que permitan aprender sin poner en riesgo toda la operación.
  • Criterios de éxito: métricas claras para validar que la migración está aportando valor (tiempos de despliegue, disponibilidad, costes por servicio, rendimiento, etc.).

Con esta base, cloud deja de ser un destino abstracto y pasa a ser una herramienta para objetivos reales. Sin ella, la migración corre el riesgo de avanzar mucho… en la dirección equivocada.

Error 2: Tratar la migración como un proyecto solo de IT

Otro error típico es pensar que cloud es “cosa del equipo técnico” y que el resto de la empresa solo tiene que esperar a que esté hecho. En la práctica, esto casi siempre acaba mal porque una migración cloud afecta a más áreas de las que parece: operaciones, seguridad, finanzas, producto y, sobre todo, negocio.

Cuando IT migra en solitario, pasan dos cosas. Primero, se toman decisiones técnicas sin contexto completo (por ejemplo, priorizar sistemas que no son los que más duele tener lentos o rígidos). Segundo, aparecen bloqueos tarde: requisitos de compliance que nadie había validado, impactos en procesos internos que no estaban mapeados, o costes que finanzas no había previsto.

La forma de prevenirlo es montar una gobernanza mínima desde el inicio. No hace falta un comité enorme, pero sí tres elementos claros:

  • Sponsor ejecutivo: una persona de dirección que respalde prioridades, desbloquee y alinee a negocio con tecnología.
  • Responsables por área: alguien de IT, alguien de negocio/operaciones, alguien de seguridad/compliance y alguien de finanzas o control de costes.
  • Ritmo de seguimiento: reuniones cortas y regulares donde se revisen avances, riesgos y decisiones clave, no solo tareas técnicas.

Con esta estructura, la migración deja de ser un proyecto técnico aislado y se convierte en una iniciativa de empresa con objetivos comunes. Es la diferencia entre “hemos movido sistemas” y “hemos mejorado cómo funciona el negocio”.

Error 3: Hacer “lift & shift” masivo sin evaluar aplicaciones

El “lift & shift” (mover aplicaciones tal cual a cloud) puede ser útil en casos concretos, pero se convierte en un problema cuando se usa como enfoque general para todo. Muchas empresas migran así por rapidez, y luego descubren que han trasladado a cloud las mismas limitaciones que tenían antes, o incluso han creado otras nuevas.

¿Por qué pasa? Porque no todas las aplicaciones se comportan igual en cloud. Algunas dependen de infraestructura específica, otras tienen integraciones antiguas difíciles de replicar, y otras directamente no merecen la pena migrarlas si están obsoletas o cerca de ser sustituidas. Si las mueves sin evaluar, acabas con servicios más caros, menos estables o con rendimiento peor que en on-premise.

La prevención aquí es hacer una clasificación simple antes de migrar:

  • Aplicaciones que se pueden rehost (lift & shift) sin riesgo. Normalmente servicios estables, con pocas dependencias y sin requisitos especiales.
  • Aplicaciones que necesitan ajustes o refactor parcial. Porque tienen cuellos de botella, arquitectura antigua o necesitan aprovechar servicios cloud para funcionar bien.
  • Aplicaciones que conviene retirar o sustituir. Sistemas que aportan poco valor, están duplicados o generan más coste de mantenimiento que beneficio.

Con una evaluación rápida por aplicación (valor de negocio, criticidad, dependencias, complejidad técnica y coste actual), puedes decidir qué enfoque aplicar a cada una. No se trata de complicar el proyecto, sino de evitar migrar a cloud problemas que ya estaban dentro.

Error 4: No preparar datos e integraciones antes de mover nada

En muchas migraciones, las aplicaciones se trasladan primero y luego se intenta “encajar” todo lo demás. El problema es que en cloud nada funciona de forma aislada: casi todos los servicios dependen de datos y de integraciones internas o con terceros. Si eso no está mapeado y probado antes, el riesgo de fallo sube muchísimo.

Los síntomas típicos de este error son conocidos: integraciones que dejan de responder, procesos que se quedan a medias, datos duplicados entre entornos, o equipos que deben operar durante semanas con soluciones provisionales. A veces la aplicación está “arriba”, pero el negocio no puede usarla porque el flujo completo no funciona.

Para evitarlo, hay que hacer un trabajo previo claro:

  • Mapa de dependencias: saber qué aplicaciones hablan entre sí, qué APIs usan, qué colas o eventos intervienen y qué terceros están en medio. No tiene que ser un diagrama perfecto, pero sí completo.
  • Plan de coexistencia: durante un tiempo convivirán sistemas en on-premise y en cloud. Hay que decidir cómo se sincronizan datos, qué fuente es la válida y cómo se evita la doble operación.
  • Pruebas de extremo a extremo: no basta con testear cada servicio por separado. Hay que probar flujos completos (por ejemplo, desde un alta de cliente hasta su facturación) en entorno de preproducción antes del cambio real.

Cuando datos e integraciones están preparados, la migración es predecible. Cuando no lo están, el proyecto se convierte en una cadena de incidencias difíciles de anticipar.

Error 5: Migrar sin plan de seguridad y cumplimiento desde el inicio

Otro error frecuente es pensar en la seguridad “cuando ya estemos en cloud”. Eso suele acabar en revisiones de última hora, retrabajo y, en el peor caso, servicios que no pueden ponerse en producción porque no cumplen requisitos internos o regulatorios.

En cloud cambian muchas cosas: permisos, redes, modelos de acceso, cifrado, trazabilidad y responsabilidades con proveedores. Si no se define un marco mínimo antes de migrar, es fácil que aparezcan problemas como cuentas con privilegios excesivos, datos sensibles en entornos no adecuados o configuraciones abiertas por defecto.

Para prevenirlo, la seguridad tiene que ir en paralelo a la migración, no detrás. Hay tres medidas básicas que evitan la mayoría de fallos:

  • Definir el modelo de responsabilidad compartida: qué cubre el proveedor cloud y qué es responsabilidad de la empresa. Si esto no está claro, siempre hay huecos.
  • Crear una línea base de seguridad para nuevos entornos: reglas mínimas de red, accesos, cifrado, logging, monitorización y backups en cloud. Eso se aplica por defecto a cada servicio que migra.
  • Validar cumplimiento antes del go-live: checklist técnico y legal (según sector) para confirmar que cada sistema migrado cumple lo necesario antes de abrirlo a usuarios.

Con este enfoque, la migración avanza con seguridad integrada. Si se deja para el final, la empresa se expone a riesgos innecesarios o a parones tardíos que son caros y difíciles de resolver.

Error 6: No tener control de costes (y descubrirlo tarde)

Uno de los golpes más habituales en una migración cloud es el económico. Muchas empresas asumen que “cloud será más barato” y no preparan un control mínimo de gasto desde el principio. El problema es que en cloud el coste no depende solo de la infraestructura base, sino del uso real, del dimensionamiento, del tráfico y de cómo se gestionan los recursos a diario.

Cuando no hay control, aparecen situaciones típicas: entornos que se quedan encendidos sin necesidad, recursos sobredimensionados “por si acaso”, servicios duplicados durante la coexistencia, o picos de tráfico que disparan la factura sin que nadie lo vea venir. Y lo peor es que suele descubrirse tarde, cuando ya hay un histórico caro acumulado.

Evitarlo no requiere un equipo FinOps completo. Requiere disciplina básica desde el día uno:

(Si requieres de más información sobre el FinOps y como gestionar los costes en la nube, accede al siguiente artículo)

  • Etiquetado obligatorio por servicio y entorno (producción, preproducción, pruebas) para saber qué cuesta qué.
  • Presupuestos y alertas por área o producto para detectar desviaciones rápido.
  • Revisiones periódicas de consumo para apagar recursos huérfanos y ajustar tamaños reales.
  • Criterios de dimensionamiento claros, basados en demanda actual y no en miedo a quedarse corto.

Cloud puede ser eficiente, pero solo si se gobierna. Sin control de costes, una migración que era para mejorar termina generando presión financiera y rechazo interno al propio modelo cloud.

Error 7: No preparar la operación post-migración

Muchas migraciones se dan por “terminadas” cuando las aplicaciones ya están en cloud. Pero ahí empieza otra parte igual de importante: operar bien lo que se ha movido. Si esto no se prepara, el día a día empeora aunque técnicamente todo esté en el nuevo entorno.

El problema aparece porque cloud cambia la forma de mantener servicios. Hay más componentes gestionados, más dependencias y más posibilidades de escalar… pero también más necesidad de control. Si el equipo sigue operando como antes, suelen salir estas consecuencias: incidencias más frecuentes, tiempos de respuesta más lentos, falta de visibilidad sobre qué está fallando y, en general, una sensación interna de que “cloud no ha mejorado nada”.

Para evitarlo, la operación debe planificarse antes del cierre de la migración:

  • Definir qué se va a monitorizar y con qué umbrales, para detectar problemas antes de que afecten a usuarios.
  • Establecer SLAs/SLOs realistas por servicio: qué nivel de disponibilidad y rendimiento se compromete.
  • Asegurar que el equipo tiene formación práctica sobre el nuevo entorno y sus herramientas, no solo documentación.
  • Tener claro quién da soporte operativo y cómo se gestiona la mejora continua después del go-live.

Cloud aporta flexibilidad, pero exige una operación más madura. Si no se prepara esa capa, la empresa termina con sistemas en cloud pero con resultados parecidos —o peores— a los de antes.

Cierre y próximos pasos

Una migración cloud bien hecha no depende de una decisión puntual, sino de cómo se gestiona todo el proceso. Los fallos más frecuentes se repiten porque se empieza sin estrategia, se migra sin involucrar a negocio, se trasladan aplicaciones sin evaluarlas, se subestiman dependencias, se deja seguridad para el final, no se controla el coste y no se prepara la operación posterior.

La forma más segura de arrancar una migración es con un enfoque gradual y medible. En lugar de intentar moverlo todo de golpe, conviene empezar con un servicio relevante pero controlable, validar el modelo y escalar con aprendizaje real. Antes de ese primer movimiento, un assessment breve de aplicaciones, datos, riesgos y costes suele ser suficiente para evitar la mayoría de problemas posteriores.

Si tu empresa está valorando migrar o ya tiene una migración en marcha y quiere reducir riesgos, el primer paso práctico es claro: definir objetivos de negocio, priorizar qué se mueve primero, y asegurar que seguridad y costes están dentro desde el inicio. Con eso, el proyecto deja de ser incierto y empieza a ser gestionable.

De todas maneras, puedes consultar el siguiente artículo sobre las innumerables ventajas que tiene el cloud para tu negocio, por si aún tienes alguna duda.

En Initium ayudamos a empresas a planificar, ejecutar y estabilizar una migracion cloud con foco en impacto real para el negocio. Si quieres revisar tu caso, identificar riesgos antes de migrar o estructurar un plan por fases, podemos trabajarlo contigo.

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